Letras | Cocina
Estuve en Chile. Un viaje poco y nada feliz.
Me convocó el cariño de un alma de mi familia que rehúye la vida y, de a ratos, la deja irse, curiosa de lo que vendrá después, de los encuentros o reencuentros, del descanso.
Adentro el aire pesaba de pena, mientras mis dos volcanes amigos nos mostraron afuera un despilfarro de hermosura. Cada día se recortaron con precisión sobre un horizonte continuo de sol y de luz que no dio tregua en ningún momento a la lluvia del sur de Chile, capaz de colarse sin permiso en los cielos más despejados.
Mis queridos volcanes. El Calbuco y el Osorno. El primero tiene dientes enormes, es filoso, desprolijo, ancho, inexpugnable. Un penacho de nieve. El Osorno es orondo y redondo, una señora dócil, siempre peinada igual, nos consiente sin molestarse, nos subimos hasta su cabeza, le caminamos las costillas, le hacemos cosquillas.
Comprenderá que no esta vez, claro, no hubo tiempo ni ganas de pasear en la nieve. Pero hubo tiempo en la cocina que valió tanta más alegría que cualquier subida a la montaña. Una rebanada de pan integral con huevos de campo revueltos, cocidos a fuego lentísimo para mantenerlos cremosos, se convirtió en el primer plato improvisado para quien regresaba de una internación y de sus comidas repelentes. Ni bien probarlos, se le disparó una sonrisa con todo y ojos, y los míos se aguaron, agradeciendo la nostalgia que vendrá mañana por este instante de drástica dicha, este regalo navideño, un recuerdo inalterable.
Hoy preparo una entrada de choclos. Sus granos expuestos en hileras me parecen los dientes de una sonrisa amplia que se abre sin escrúpulos y los enseña también.
El primer pastel de choclos lo comí en Chile, unos cuantos años atrás, en Santiago –es evidente que este último viaje ha perturbado el letargo de algunas de estas vivencias… Y he querido contárselas.
El verdadero pastel de choclos lleva un relleno de carne, pollo, aceitunas, huevos duros, cebollas, etc. y una cobertura de pasta de maíz rallado y cocida con leche. Cuando las temperaturas de la estación del año plantean un alto riesgo de sudoración excesiva frente a un plato de esta envergadura, optar por combinaciones más ligeras suele tener sus ventajas a la hora de la digestión. No sé si logro explicarme…
Esta entrada puede servirse perfectamente en un menú navideño, acompañada de una ensalada fresca de tomates cherry, apio, palta y choclos desgranados que ensamblaremos enseguida. Si le gusta el pesto, no se prive, va muy bien con el pastel (puede copiar la receta de mi pesto de albahaca y perejil que figura en este post del mes de agosto).
En mi casa hacen faltan muchas de estas sonrisas exageradas. Sonrisas de choclos, de huevos cremosos, completas. Me conviene apurarme y partir a la cocina. Quizá si con un poco de esfuerzo, más que sonrisas, consiga un milagro…
Sonrisa de choclos con ensalada fresca
Ingredientes:
Para la sonrisa de choclos: (4 porciones)
1 cebolla grande
5 choclos
1 ramillete de albahaca fresca
1 ají picante
30 ml aceite de oliva
leche c/n (idealmente de cabra)
sal marina c/n
400 grs de tomates cherry (puede usar tomate perita o redondo)
2 ramas de apio
1 palta
1 choclo cocido y desgranado
unas hojitas de albahaca
aceite, sal marina y jugo de limón exprimido c/n (a gusto)
Para la sonrisa de choclos:
Pelar los choclos y cocinarlos preferentemente en una vaporera o hervirlos en agua con sal durante 8 minutos o hasta que estén tiernos. Retirar y una vez tibios desgranar con cuchillo.
Pelar la cebolla y cortarla en juliana. Retirar la vaina central del ají y las semillas y picar.
Rehogar la cebolla y el ají en una sartén o cacerola con un poquito de aceite de oliva, mucha albahaca picada y sal marina. Cuando la cebolla esté translúcida agregar el choclo cocido y desgranado y cocinar durante 5 minutos más. Rectificar sal.
Verter la mezcla en una licuadora o procesadora y trabajar ligeramente. Agregar los 30 ml de aceite de oliva mientras la estamos procesando y si hiciera falta un poquito de leche hasta alcanzar el punto de una crema espesa. Debe resultar una pasta uniforme pero que contenga aún algunos granos de choclo enteros.
Embeber un molde rectangular o una cazuela de barro de aceite de oliva, espolvorear con harina de maíz (polenta) y verter la preparación de los choclos.Terminar con un hilo de aceite de oliva sobre la superficie y, si le agrada, como lo hacen en Chile, espolvorear con un poco de azúcar.
Cocinar a fuego fuerte hasta que dore. Retirar, dejar entibiar y servir con la ensalada fresca y un poco del pesto de albahaca.
Para la ensalada fresca:
Cortar los tomates cherry por la mitad o los tomates que elija en rodajas del tamaño que desee. Pelar la palta y cortarla en pequeños trozos. Deshilar las ramas de apio y picarlas finamente. Mezclar todos los ingredientes y agregar el choclo cocido. Condimentar con una vinagreta de jugo de limón, aceite de oliva y sal marina. Decorar con hojitas de albahaca fresca.
Marisa Bergamasco
(Aficionada a la escritura, al buen cocinar y al buen comer y a los buenos y grandes cariños, de profesión agente de viajes, soñadora de vocación, por siempre…)
i piatti usati in questa preparazione sono bellissimi, Marisa..
Carissima Simona,
hai raggione, i piatti sono veramente belli! Appartenevano alla mia cara Elisa, a chi volevo tanto bene e a chi ho resso un piccolo omaggio recentemente nel post «Firenze: a Elisa». Li ho usati non soltanto perché sono belli, ma perché forse lei li vede dall’alto…
Mi piace moltissimo saper che sei lì vicino…
Un grosso abbraccio!
Marisa